miércoles, 17 de octubre de 2012

Trabajo para el ISER taller literario: Cuento infantil


EL SUEÑO DE ROBERTO.




Existió una vez en un patio una babosa cuyo nombre era Roberto Goldbert. 

Roberto era una babosa solitaria, no tenía amigos  y deseaba ser un caracol.  Porque claramente ser caracol es mucho mejor que ser babosa: Los caracoles tienen su casita que los protege, mientras que a las babosas les puede pasar cualquier cosa terrible como que las agarre una tempestad o las parta un rayo.  Además los caparazones siempre están de moda y embellecen a quienes los cargan, como un sombrero de plumas de diseño francés. Pero Roberto Golbert no tenía ese preciado objeto: el era simplemente una babosa insegura de paso lento, que vagaba por el jardín mordisqueando hojas verdes y viendo volar a los mosquitos. Su vida de babosa era triste y aburrida, y soñaba todas las noches que era un caracol hermoso con un caparazón nacarado que reflejaba los rayos del sol. Pero cuando despertaba de ese sueño y veía su cuerpo como un flan horrible sin nada que lo adorne  se entristecía y lloraba y se llenaba de mocos babosos.

Un día mientras pastaba entre los rosales se enteró que los caracoles iban a hacer un concurso de belleza para ver quién tenía el caparazón mas lindo. Roberto suspiró: “Ah… ¡Cómo quisiera ser caracol!” y una lágrima de babosa cayó de sus pequeños ojitos miopes. Cerca de ahí había una araña que lo escuchó llorar.

-¿Por qué lloras Roberto? ¿No te gusta ser babosa?

- No, no me gusta. Y no te metas en mis cosas, quiero estar solo.

-¡Pero yo te quiero ayudar!

-¡Mentira, vos me querés comer, mentirosa, atorranta!- Dijo Roberto que no era nada tonto y se dió a la fuga intentando lo mas rápido que su baboso cuerpo le  permitía, que no era mucho.

-¡No Roberto, yo soy vegetariana!- Le dijo la araña, que rápidamente lo alcanzó- ¡Ahora solo como hojas! Te quiero ayudar porque me pareces buena babosa y me da pena verte siempre solo, Roberto. Hagamos una cosa: Vos juntá pasto y musgo y con mi red de araña lo unimos todo y hacemos un caparazón. Así los caracoles te van a admitir en su grupo y no vas a ser más una babosa solitaria.

Roberto lo pensó. El sabía que las arañas podían ser muy traicioneras pero miró en sus muchos ojos de araña y solo vio buenos sentimientos. Entonces se dejó ayudar y  juntaron hojas y flores. Lo machacaron todo y con la red lo unieron y le dieron forma de caparazón. Roberto Goldbert se lo calzó y le quedó a la perfección.

-Ahora, ¡Apurate! El concurso cierra en unas horas, ¡No podés llegar ni un minuto tarde!- Le indicó la araña, sin darle tiempo a la babosa de despedirse.

Roberto de deslizó lo mas rápido que pudo, su cuerpo marrón se puso violeta del agotamiento, estaba tan cansado que ya casi ni le quedaba baba para deslizarse. Estaba por deshidratarse y entrar en shock cuando a lo lejos divisó los finos y delicados ojos de los caracoles. Los caracoles se dieron vuelta a ver a Roberto que venía babeando a lo lejos, y no podían creer lo que sus ojos veían: ¡El caparazón más increíble, más colorido, más fragante que un caracol podía tener!

-¿Cuál es su nombre forastero?- Preguntó el rey de los Caracoles,  Alonso Azcurra de Alzuelgaray – Porque nunca te hemos visto por esta zona. ¡Qué hermoso caparazón tiene usted! ¡Oh…! ¡Es muy bello, sin duda!

Y todos los caracoles se congregaron alrededor de Roberto y no paraban de decir  “Oh muy bello muy bello” y “Es perfecto, es un caparazón divino” y esas cosas.

Alonso el rey dijo: Señores, doy por finalizado el concurso. El mejor caparazón de todos es el de… el de… ¿Cuál era su nombre?

-Roberto Goldbert- Dijo la babosa, feliz como abeja reina porque por primera vez en su vida se sentía aceptado – Mi nombre es Roberto, Roberto Goldbert.

-¡Viva Roberto Goldbert! ¡El caracol del caparazón hermoso!- Vitorearon los caracoles, que empezaron a bailar (eso si, muy despacio) y a entonar las estrofas del himno caracoril que dice:

Gloria y loor  

Al sublime caracol 

Animal tranquilo y firme

Que aunque lento no amilana

Su paso glorioso por el jardín

Gloria y loor

Honra sin par

Para el lento de los lentos

Ídolo supremo 

El caracol inmortal.

Pero cuando todos estaban en la mitad del ultimo “Gloria y loooor” unas gotas comenzaron a caer contra el pasto. Gotas gordas como hormigas gigantes, gotas gordas como orugas que hacían tintinear las hojas y todos los bichos corrieron a esconderse. Los caracoles se miraron y entre todos se pusieron a cuchichear muy despacito, mirando a Roberto de reojo.

 Roberto no sabía de qué estaban hablando  pero sintió un mal presentimiento. El rey Alonso se le acercó y entre feroces carcajadas le gritó "¡Impostor! ¡Impostor!"

Y todos los caracoles de la corte gritaron "¡Mentiroso! ¡Impostor!" 

- ¡Vos sos una babosa, un gusarapo repulsivo! ¡Vos no sos de nuestra noble estirpe, sos menos que una frutilla podrida, mocosa babosa! ¿Pensaste que no nos íbamos a dar cuenta de tu deshonrosa actuación? ¡Ja!- Chilló el Rey. – Vámonos amigos, dejemos sola a esta… babosa.

- ¡Pero yo no soy babosa, soy caracol! ¡Soy caracol, miren! – Gritó Roberto con  los ojos llenos de lágrimas e hinchado de tristeza porque no quería volver a estar solo. Pero cuando se dio vuelta el caparazón que le había hecho la araña se había derretido. Había vuelto a ser babosa.Pero no tuvo tiempo de reaccionar porque unas fuertes pisadas hicieron temblar todo el jardín. Los caracoles se pusieron blancos del miedo y Roberto trató de esconderse ente los malvones y las alegrías del hogar.

Dos niños salieron al jardín.

-¡Una babosa!

- ¡Que asquerosa! Mirá como se retuerce... Y ahí hay unos caracoles también.

-¿Les hará lo mismo?

-  Y si… si en definitiva son lo mismo. Caracoles y babosas son lo mismo.

- ¿Las babosas no son caracoles que perdieron el caparazón?

-Ay… ¡No sé!

Y mientras los dos niños conversaban tiraron sal sobre los animalitos que se llenaron de espuma.

-Viste, te dije: Caracol y babosa son lo mismo.

- Y claro…

De adentro de la casa se escucharon los gritos de la madre: ¿Chicos, ustedes tienen la sal? ¿Otra vez estan torturando a los insectos? ¡Entren de una vez! ¡Ay, si será posible...! Me gastan toda la sal y después tengo que salir a comprar de nuevo.

Los niños pidieron perdón y entraron a la casa.



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